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Homo Videns: el funcionario público de hoy.





 

Carlos Linneo publicó en 1,758 su obra “Sistema de la Naturaleza”, en la cual denominó a la especie humana como “homo sapiens”. Su denominación se fundamentó en uno de los razgos más representativos del hombre: su sabiduria – sapiens – que es igual a su capacidad para conocer que tambien es uno de los elementos que nos caracteriza como un “animal racional”, con aptitud no solo de comunicarnos sino también de pensar y actuar en consecuencia. Empero, en el mundo morderno, y especialmente con la disrupción tecnológica provocada con la llegada de la televisión durante el siglo XX, la capacidad de entender y pensar del “homo sapiens” se ha visto sustancialmente matizada por esa caja de imágenes y sonidos teledirigidos (televisión) que transforman su conciencia social y que van desde cambiar su perspectiva frente a qué café comprar en el supermercado hasta llegar a influir en nuestra decisión para elegir a un gobernante. 


Sin dudas, con la llega de la televisión – y hoy en día con el impacto de las redes sociales y plataformas digitales – la imagen ahora tiene un poder superior a la palabra, adquiriendo un nuevo sentido la expresión popular: una imagen vale más que mil palabras. Es por ello que el politólogo e investigador italiano Giovanni Sartori, acuñó una nueva denominación más acorde con la especie humana, el homo videns para el cual las imágenes cobran mayor valor que lo escrito o hablado. El autor postula que, con la televisión y posteriormente con la llegada de la Internet, el “homo sapiens”, producto de la cultura escrita, se ha ido transformando en un “homo videns”, una nueva generación que ha crecido con la televisión como su primera escuela, pasando horas frente a ella incluso antes de aprender a leer y escribir.[1] 

 

En la vorágine y la rapidez cotidiana en que vivimos, el ciudadano de hoy no cuenta con tiempo para profundizar o confirmar una información. Por el contrario, hoy en día la información debe estar súper abreviada, capaz de ser entendida y recibida por medio de imágenes o audiovisuales que en ningún caso superen más de 60 segundos. El homo videns vive feliz en la burbuja informativa que los algoritmos le crean, revisa su Twitter (X) y socializa en Instagram mientras se entretiene en TikTok con imágenes o vídeos tan sin sentido que rayan en lo absurdo. El homo videns, le cuesta leer textos largos por lo que todo debe estar con pocas palabras o con una imagen que lo explique, con lo cual se contribuye al déficit de atención de nuestra generación y los condiciona en una programación social que ocupa las agendas de quienes dirigen y administran el poder.

 

Es por eso que, la manera de acceder al poder público ya no se basa en programas de gobierno cuyo contenido largo y aburrido, nadie examina ni le interesa. Incluso las ideas de quienes aspiran a un cargo público tienen que estar previamente definidas y estructuradas cuidadosamente por un equipo de marketing digital que asegure que el candidato o aspirante a un puesto de elección popular conecte con el público, especialmente las generaciones más jóvenes quienes son nativos digitales. El funcionario público de hoy le interesa más la percepción social de su imagen que lo que realmente hace, e incluso piensa sobre un tema en particular. Porque ya lo importante no es lo que piensa, si no lo que le hace parecer a la gente que cree, usualmente actualizando sus ideas con las tendencias de turno en redes sociales o estribillos pegajosos de los influencers o youtubers de momento. Naturalmente para ello se debe apoyar en el lenguaje e imagen más acorde con la muchachada de los barrios y la jerga de moda que le permitan lograr un engagement de su mensaje político. 

 

Desde un presidente de la República hasta altos funcionarios publicos de gobierno poseen, como un requisito indispensable para mantener su vigencia, cuentas en redes sociales como Twitter (x), Instagram e incluso TikTok que le permitan comunicarse con el homo videns de hoy. De hecho, con la colaboración de la prensa y medios de comunicación - pagados o incentivados - se construyen perfiles políticos que, en muchos casos, no coinciden con la vida real de aquellos que están detrás de ese perfil. Tan importante es la imagen pública que, según el informe de ejecución de ingresos y gastos de la Dirección General de Presupuestos (Digepres), inicialmente el presupuesto asignado para publicidad del año 2024 era de RD$8,162.9 millones, pero con el presupuesto reformulado fue incrementado a RD$11,101.1 millones.

 

Ha sorprendido a algunos, que determinados funcionarios de gobierno adjunto a sus funciones, también han incursionado en los medios de comunicación tradicionales y modernos creando programas de talks show donde ofrecen una imagen fresca, cercana y actualizada del funcionario (a). Y es que, en el mundo hiper conectado de hoy, todos somos actores y tenemos capacidad de influir sobre los demás. Por eso la única forma de acceder al éxito en el contexto actual es teniendo en cuenta al otro, sin importar si ese otro es millennial, generación X o boomer. La base del nuevo poder es que la comunicación se ha democratizado. Nunca en la historia fue posible difundir información con la amplitud, simultaneidad y libertad que brindan hoy los medios sociales, Facebook, YouTube, Twitter, Instagram, WhatsApp, TikTok y otros que forman un ejército planetario integrado por millones de operadores que están cambiando el mundo mediático.[2]

 

El principio de integridad sugiere que una persona haga lo correcto aun cuando nadie la esté

mirando. Dicho de otra forma, muchas veces el funcionario es "serio" porque le conviene crear esa percepción en el público y en sus posibles aspiraciones, pero una vez que se cierra el telón es exactamente todo lo contrario. Es decir, tiene una vida ambigua, es como si en dos escenarios de su vida: personal y laboral, diera a entender dos conductas diferentes. De ahí, el lapidario aforismo atribuido al pretor romano Gayo Julio César"la mujer del César no solo debe ser honesta, sino que además tiene que parecerlo". En efecto, si bien es importante aparentar tener una conducta ética intachable, más importante aún, es serlo en realidad.[3]

 

Hoy la percepción es más importante que la realidad. Dada la velocidad a la que se difunde la información, la percepción llega primero y la realidad viene rezagada, si es que viene. A fin de cuentas, vivimos en la era de las fake news, un mundo posterior a la verdad, en el que quien logra encender primero la conversación en los medios puede instalar su narrativa en la sociedad. En la era de la posverdad, ya no importa si lo que te ataca nuestra reputación es cierto o no. Una bomba en el lugar más concurrido de una ciudad vulnera tanto la reputación de las autoridades encargadas de la seguridad como una denuncia por corrupción que esté lejos de apoyarse en las pruebas. Poco interesa si el acusado actuó dentro de la ley o no. La reputación es uno de los activos más valiosos que tienen las personas y cuanto más poder tienen más vulnerables se hacen.[4]

 

El funcionario público de hoy puede entrar a un escandaloso proceso judicial por corrupción, y si maneja adecuada e inteligentemente su imagen así como la narrativa de los hechos, puede perfectamente lograr reponerse e incluso seguir en el tren gubernamental, especialmente si se juega con otro ingrediente importante en la imagen para el homo videns: el tiempo. El homo videns, por su baja capacidad para retener información y falta de profundización en los temas, el paso del tiempo afecta sensiblemente su percepción acerca de la vida de un funcionario. Es por eso, que hemos visto en elecciones recientes, candidatos con cuestionable historial judicial por hechos que van desde la agresión sexual a menores de edad hasta escándalos de corrupción en el ejercicio del poder, que han alcanzado colocarse en el gusto y la preferencia del electorado. 

 

Por tanto, se debe andar con sumo cuidado en la sociedad de hoy y en la elección de quienes nos gobiernan pues también la imagen miente. No hay duda de que los noticieros ofrecen al espectador la sensación de que lo que ve es verdad, de que los hechos suceden de una forma. Y sin embargo no es así. La televisión puede mentir y falsear la verdad, exactamente igual que cualquier otro instrumento de comunicación. La diferencia es que la fuerza de la veracidad inherente a la imagen hace la mentira más eficaz, y por tanto, más peligrosa.[5] La idea de un nuevo ser humano (homo videns) que solo entiende lo que ve y para el que solo existe lo que mira, ha influido en algunos hábitos de comunicación de medios tradicionales e informales para alcanzar a este público. 

 

Hoy en día la publicausa ha cedido el paso a la publiexpresión-intensificación de las demandas sociales consumistas. No se trata ya de inculcar un espíritu nuevo, de modernizar a marchas forzadas los comportamientos, sino únicamente de promover perfiles públicos y de conquistar sectores del mercado en un cosmos ultra competitivo, totalmente inmerso en el consumo.[6] Es innegable que hoy en día, hay menos preocupación por las máscaras del estatus. En todo el mundo hay gente corriendo detrás de la ropa cara o los autos lujosos, y esto sin duda no escapa a los perfiles de gobierno. La carrera por el estatus se da cada vez más cuando una sociedad despersonalizada recurre a signos de estatus para mostrar quién es.[7]

 

El empleo de estrategias para llegar o mantenerse en el poder no es malo en sí mismo. Se ha hecho durante toda la historia de la humanidad. Sin embargo, El testimonio de vida de quienes desean gobernarnos debe ser más poderoso que la imagen que nos quieran vender a través de una maraña de ideas y buen marketing digital. Sólo se vende lo que se consume, es hora de comenzar a consumir más contenido y contexto qué imágenes y videos entretenidos que nos hacen alucinar sobre un mundo irreal de aquellos que manipulan al homo videns a su antojo. En este mundo alucinante donde lo que generalmente importa es el éxito profesional se debe reconducir hacia el concepto de "éxito integral" definido este como la capacidad que posee una persona de ser triunfadora en todas las áreas de su vida, especialmente en la personal. Se debe concienciar hacia la idea de que lo que al final del día nos queda son nuestros temores, conciencia y posible vergüenza ante quienes nos importa su opinión: la familia.

 

 

 

 

El autor es Juez del Tribunal Superior de Tierras, Departamento Este. 

Docente Derecho Administrativo y Tributario en PUCMM y CAPGEFI del Ministerio de Hacienda.

Magíster en Derecho de la Administración del Estado, de la USAL, y Magíster en Derecho Tributario y Procesal Tributario. de la UASD. Doctorado en Derecho y Sociedad, Universidad UDIMA.

 

Email: argarcia@poderjudicial.gob.do



[1] Sartori, G. (2023). Homo Videns: la sociedad teledirigida. 1ra. Edición, 5ta. Impresión, Penguin editorial, Madrid-España. 

[2] Roitberg, S. (2019). Expuestos: Las nuevas reglas del mundo transparente. 1ra. Edición, Penguin editorial, Ciudad de México. 

[3] García del Rosario, A. La Conducta de la Justicia: Ambigüedades del Profesionalismo: Gaceta Judicial, No. 350, marzo de 2016.

 

[4] Roitberg, S. (2019). Expuestos: Las nuevas reglas del mundo transparente. 1ra. Edición, Penguin editorial, Ciudad de México.

[5] Sartori, G. (2023). Homo Videns: la sociedad teledirigida. 1ra. Edición, 5ta. Impresión, Penguin editorial, Madrid-España.

[6] Lipovertsky, Guilles (2013). La felicidad paradójica. 4ta. Edición, Editorial Anagramas. Barcelona, España. 

[7] Oppenheimer, A. (2023). Cómo salir del Pozo. 1ra. Edición, penguin editorial, Bogotá Colombia. 

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